sábado, 11 de noviembre de 2017

Colombia 2017 - Tayrona, Santa Marta


Salimos de Medellín en avión para aterrizar en Santa Marta, nuestro próximo destino.
Allí había reservado alojamiento en Villa Margarita (en Los Cocos), donde estuvimos genial.
Nada más llegar pedimos que nos hicieran algo de comer antes de irnos a dar nuestro primer paseo por la zona. Yo me lancé a por un Pescado Tilapia con crema de coco.
Cuando llegamos a la habitación nos dimos cuenta que nos habíamos dejado el Relec en Medellín. Justo en el sitio donde más falta nos hacía estábamos desprotegidos. Así que nos acercamos al ¿pueblo? y en un puesto al lado de la carretera de Santa Marta conseguimos un repelente que, después de 3 días en la zona usándolo, podemos decir que lo único que le producía a los mosquitos era risa.
Total...es una zona de fiebre amarilla..pero pensamos que tendríamos suerte y no nos toparíamos con uno de los malos. Y menos mal, porque yo acabé con bultos de picaduras por todo el cuerpo, pero al menos no me transmitieron nada malo (que se pueda demostrar).
No teníamos ganas de meternos en coger buses esperando a la orilla de la carretera, así que para el primer día realizamos un plan más relajado y nos fuimos a descubrir la zona y sus selváticas playas.
Estaba nublado, lo cual es una suerte, ya que en esta zona hace muchiiiiiiisimo calor y muchiiiiisima humedad y al menos el sol no nos daba de lleno.
Un baño no nos lo quitaba nadie. Las olas pegaban muy fuerte y después de un refrescón decidimos que podía ser hasta peligroso, así que ya fresquitos nos salimos del mar y empezamos nuestro paseo.
La playa se encuentra apenas a 15 minutos de paseo desde Villa margarita y además el camino trascurre entre selva y árboles frutales.












Aprovechamos nuestro paseo y disfrutamos de él hasta que se nos hizo la hora de volver al hotel a pegarnos una buena ducha y tomarnos alguno de esos zumos exóticos, o como en mi caso, mi Limonada de Coco, mi bebida colombiana favorita.
Nuevo día y madrugón para estar en la puerta del parque de Tayrona a las 8 en punto. Nos habían avisado que se hacen colas al ingreso y no queríamos perder ni un minuto.

Cogimos el bus y en unos 15 o 20 minutos ya estábamos en el parque.
Efectivamente se hizo una gran cola y para el ingreso son lentísimos. Primero tienes que ver un video explicativo de las normas del parque y luego pasar por taquilla para que te den la pulserita y entradas. después tienes que coger otro bus que te acerca al interior del parque desde donde salen las rutas.
Gracias a ser de los primeros no tardamos mucho en realizar todo el proceso, y a muy buena hora ya estábamos andando por el parque.
realizamos la ruta larga por las playas hasta el Cabo de San Juan
Llevaba unas zapatillas abiertas ya que en la villa me dijeron que con estas iba bien para visitar el parque, me arrepentí de no haber cogido las zapatillas de montaña, habría sido más cómodo. Acabé poniéndome las chanclas, ya que pasas muchas zonas de agua o con arena y las zapatillas abiertas no eran lo más adecuado.

Nos cruzamos en varias ocasiones con indios Kogui, los habitantes originales de la zona. Antes de irnos de la zona compraríamos café recolectado por ellos.
Dentro del parque hay varias zonas donde no se permite el baño ya que pueden ser peligroso, pero en cuanto llegamos a una donde sí estaba permitido nos dimos un chapuzón.
Y después de varias horas andando y de algún baño, llegamos a nuestro destino final. El Cabo de San Juan
Habíamos andando bastante tranquilos, en las playas no habíamos encontrado demasiada gente y nos habíamos cruzado con un par de turistas y algún indio, pero en el Cabo parecía que se encontraban todos los visitantes del parque, luego vimos que te puedes alojar allí...ya nos extrañaba que nos hubiera adelantado tanta gente.
Nos relajamos, descansamos, nos bañamos y emprendimos la vuelta.
Una maravilla de parque que es imprescindible visitar. Lo malo es el calor, por lo que hay que ir muy bien preparado. Mucha agua, repelente (bueno, no el que llevábamos nosotros) y una zapatillas cómodas para andar.

Volvimos a Villa Margarita en autobús para disfrutar de lo que quedaba del día.
Tercer día en la zona y teníamos que decidir si coger el bus hacia Santa Marta o hacía Barranquilla. Nos decidimos por Santa Marta y fue una muy buena decisión.
Más de 1h de bus. Pedimos que nos avisaran cuando estuviéramos cerca de la Quinta San Pedro de Alejandrino, ya que está en las afueras de Santa Marta y habíamos leído que el bus pasaba muy cerca. 
Esta Quinta pertenecía a una familia española, Don Francisco De Godoy y Cortesia, y estaba dedicada al cultivo de azúcar. La quinta es famosa porque aquí murió Simón de Bolívar
Es muy curioso que aunque el libertador luchó contra los españoles se casó con una, la cual falleció a los 7 meses de fiebre amarilla, y acabó sus días en esta finca rodeado de españoles.

Cuando murió quitaron el minutero del reloj de la habitación que quedó congelado en la hora del último suspiro del libertador.
También está en una placa de mármol la última proclama del Libertador, donde expresa sus deseo de crear esa gran nación llamada Gran Colombia que se compondría de los países bolivarianos (Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Panamá)
La quinta acoge también algún museo de arte local contemporáneo.
Y un jardín botánico.
En definitiva, una visita interesantísima por la que ir a Santa Marta ya había merecido la pena. Pero no fue lo único que nos gustó de esta ciudad...
Cogimos un bus que nos llevara al centro de la ciudad, como no había sitio, el conductor nos dejó sentarnos delante con él.
Nos bajamos cerca de la catedral. En la Catedral de Santa Marta estuvo enterrado el Libertador Simón Bolívar durante 7 meses, pero ahora se encuentra en Caracas.

También están los restos del fundador de la ciudad, Rodrigo de Bastidas, los cuales fueron traídos desde República Dominicana.
Salimos de la catedral y empezamos a callejear. Nos encantaba lo que estábamos viendo, la ciudad, sus calles y el ambiente del centro.
Se hizo la hora de comer y le habíamos echado el ojo a un restaurante llamado La Perla, donde habíamos preguntado y sí que cocinaban Cayeye, el plato típico de la zona, que en Villa Margarita no habíamos podido probar.
Yo me pedí un Cayeye con Mariscos y Nati un arroz de la huerta con coco, Todo buenísimo.
Al pagar descubrimos que la dueña de este restaurante era una vasca simpatiquísima con la que mantuvimos una amena conversación sobre Colombia. Interesante ya que hasta ahora habíamos conocido las opiniones diversas de muchos colombianos, pero también nos llevábamos la de una española viviendo aquí.
Otra curiosidad es que Santa Marta es la ciudad más antigua de Sudamérica. Fue fundad en 1525.
Aquí vienen muchos colombianos a pasar sus vacaciones por lo que hay tiendas de souvenires, cosa que no habíamos encontrado fuera de Medellín, No creo recordar haber visto en Bogotá, aunque seguro que hay.
Aprovechamos para ver el Museo del oro, que aunque no es tan asombroso como el de Bogotá sin duda merece una visita.
Y nuestra despedida de Santa Marta, antes de empezar a buscar un bus que nos dejara en Los Cocos, fue pastelito y café...no hay que perder las buenas costumbres.

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