Desde Reykjavik salimos con nuestro cochecito
hasta el parque de Thingvellir donde empieza el famoso Triangulo de oro, visita
obligada y sin duda la más turística de todas. Todo el mundo que viene a
Islandia pasa por aquí ya que está a solo una hora de la capital.
Desde el parque puedes seguir diferentes
rutas, la más popular dura una hora, es para todos los públicos, sin ninguna
dificultad.
En esta zona estuvo el parlamento del país,
la visita no es espectacular pero es un buen comienzo y en ese momento en el
que aún no habíamos visto nada más nos pareció precioso, creo que si se hace
este parque al final del viaje no debe sorprender igual.
Nosotros hicimos toda la ruta bajo la lluvia,
sin duda el día más lluvioso de todo nuestro viaje, o mejor dicho la hora más
lluviosa ya que luego se arregló.
Pasas una cascada y llegas a una iglesia que
es la copia de todas las que están esparcidas por el país.
Un buen paseo para empezar el día y coche
hasta la segunda parada....la más espectacular del Triangulo de Oro.
Geysir
Ya choca nada más llegar ver los riachuelos
burbujeando, pero cuando llegas a los geiseres y sobre todo cuando los ves
explosionar...alucinas.
Es impresionante, algo que no habíamos visto
nunca y que te deja hipnotizado esperando la siguiente explosión.
Primer contacto con el olor a huevo podrido
que nos perseguiría por todo el país.
Y después del Geiser nos fuimos hasta la
primera gran catarata Gullfoss.
Las cataratas de Islandia son todas
asombrosas, da igual cuantas veas en total, todas merecen la pena y cada una de
ellas es especial por algo.
En este caso es especial porque es la primera
y porque se te queda la boca abierta de ver la fuerza y la grandiosidad de
esta.
A demás puedes acercarte lo que te apetezca
(bajo tu responsabilidad) y disfrutar de este espectáculo de agua.
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